Y mientras para la mayoría de las personas el año empieza el 2 de enero – por aquello de la resaca del 1° – en Pasto comienza el 8, por el guayabo del 7. En esta ciudad ubicada al sur de Colombia los primeros días del año son de fiesta, de celebración, de carnaval. Entre el 2 y el 6 de enero se realiza el Carnaval de Negros y Blancos, Patrimonio Cultural de la Nación y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Es una celebración única, que se remonta a aquella época cuando las personas tenían un precio, se transaban y se podían poseer, cuando existían amos y esclavos. Es así como el día de asueto concedido un 5 de enero por la Corona Española a estos últimos marcaría un hito en la historia del carnaval. “El desorden” que aquellos armaron en las calles de Popayán, lugar de los acontecimientos, alcanzaría otro nivel cuando entre música y danza, tiznaron con trozos de carbón los rostros de blancos y mestizos sin distinción; una expresión de alegría, pero también un grito que reclamaba igualdad. Esta fiesta, que tuvo un especial eco en la ciudad de Pasto, se volvió una costumbre anual, naciendo así el día de negros y con él, la festividad más importante del Sur de Colombia.
Pasarían los años, las décadas, y ya a principios del siglo XX, con la tradición bien arraigada del 5 de enero entre los habitantes de Pasto, ocurriría un nuevo hecho que terminó de darle forma y nombre a la festividad. Según se cuenta, tras las celebraciones del día de negros, algunos pastusos que seguían de fiesta en la madrugada del 6, tomaron el polvo que las mujeres utilizaban en sus rostros y se lo arrojaron unos a otros en forma de juego, argumentando que, ya que el día anterior había sido en honor a los negros, era entonces el turno de los blancos. Era oficial, se tenían dos días de fiesta a principio de enero, se tenía carnaval.
Esto le da al carnaval un toque único, el juego. Ya sea pintándose el rostro con cosmético o tirando talco y carioca (espuma en lata que alguien llamaría alguna vez arma de diversión masiva), salir a jugar es en estos días una obligación ineludible. Las calles se convierten en el escenario de una “guerra” entre personas que sin importar si se conocen o no, se enfrentan en batallas que terminan con los involucrados sin un centímetro del cuerpo limpio, pero con una sonrisa de oreja a oreja y compartiendo por qué no, un trago del aguardiente de la región.
Con el tiempo se amplió el período de festejo, incorporando en primer lugar el día de la Familia Castañeda el 4 de enero; el cual nacería también como una anécdota. Se trataba de una familia que iba de paso por la ciudad con su trasteo, la cual fue recibida en medio de bombos y platillos por los pastusos que ya se preparaban para iniciar su celebración anual. Este hecho se siguió conmemorando y se institucionalizó la fecha como el inicio del carnaval. Los artistas entrarían también a formar parte fundamental de la fiesta, pues llegarían los desfiles de murgas, comparsas y las carrozas del día de blancos. También la ofrenda a la Virgen de las Mercedes y el espacio para los niños con el Carnavalito el 2 de enero, así como los colectivos coreográficos el 3, que a través de la música y la danza resaltan la cultura andina y las raíces indígenas de estas tierras. Porque el Carnaval de Negros y Blancos es sincretismo; siglos atrás también se tenían celebraciones indígenas a principio de año, las cuales fueron asimilándose con tradiciones católicas como el Día de Reyes y de San Sebastián. Esto le da ese origen religioso y profano a esta fiesta y le permite ser llamado carnaval, a pesar de no acontecer en los días previos al inicio de la cuaresma.
Así, cada año en Pasto comienza con el carnaval, cuyos pasos se sienten desde meses antes cuando los artesanos comienzan a preparar sus majestuosas obras, para ser presentadas ante propios y extraños en los diferentes desfiles. También en la época de pre-carnaval, el cual empieza el 28 de diciembre, día en que el asfalto de las calles de la ciudad se convierte en un lienzo para que miles de personas lo pinten con tizas de colores; tradición que nacería hace más de una década y tal vez por coincidencia, justo en una calle que cerca de dos siglos atrás fue teñida con la sangre inocente de los pastusos por cuenta de los generales Sucre y Bolívar.
El 31 de diciembre se realiza un desfile de muñecos llamados años viejos, estos caricaturizan a personajes de la realidad nacional y simbolizan el descontento con los protagonistas de aquellos sucesos del año que se quieren olvidar. Y de esa forma va tomando forma el carnaval, que como una tormenta va ganando fuerza día a día para explotar el 6 de enero, con el desfile magno, en un éxtasis mágico, apoteósico y multicolor, pues como en el poema de Aurelio Arturo, el Carnaval de Negros y Blancos es de todos los colores.
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